30 de Noviembre.

El primero que recibió la llamada de Jesús

“Hemos encontrado al Mesías”. Impecable y satisfactoria alegría es la que se siente como cuando se descubre que se alcanzó la meta deseada por tanto tiempo.  Es así como se sienten las palabras de Andrés en el Evangelio de Juan, cuando corre al encuentro del hermano Simón para contarle su emoción de haber sido llamado, “el primero”, por Jesús. Pescador de Betsaida de Galilea, discípulo de Juan Bautista, Andrés reconoce en el hijo de José el carpintero, “al cordero de Dios”.  La narración del evangelista graba la hora de aquel encuentro que, ante el río Jordán, marcó para siempre su existencia: “eran casi las cuatro de la tarde”.

Dejó inmediatamente las redes y lo siguió

“Maestro ¿dónde vives?”. La respuesta de Cristo a la pregunta de Andrés  y de un compañero suyo llega pronto: “Vengan y verán”. Una invitación a la cual no es posible decir que no y que prefigure la siguiente llamada,, más explícita, que le dirige Jesús a la orilla del mar de Galilea también a Simón: “Sigánme, los haré pescadores de hombres”. Ambos quedan sacudidos, pero no dudaron, y como cuenta el evangelista Mateo, “dejaron las redes de inmediato y lo siguieron”.

Desde aquel primer cruce de miradas, espiritualmente abrumador, surge un camino de fe, una secuela de Cristo en la cotidianidad. Andrés es en efecto uno de los doce, que el Hijo de Dios escoge como amigos más íntimos. Debió de haber sido abrumador asistir a la multiplicación de los panes y los peces: incrédulo del milagro, mirando la muchedumbre hambrienta y a los cinco panes de cebada y los dos peces a disposición se pregunta ¿qué es esto para tanta gente?”.

Patrono en Rumania, Ucrania y Rusia

Jesús aumenta cada día más la fe del apóstol cuando, junto a Pedro, Santiago y Juan, los conduce al Monte de los Olivos y responde a sus preguntas sobre los signos de los últimos tiempos. Se sabe que Andrés le lleva al Mesías algunos griegos deseosos de conocerlo, pero los Evangelios no revelan otras noticias seguras al respecto. Los Hechos de los Apóstoles refieren que junto a otros compañeros se dirigió hacia Jerusalén después de la Ascensión. El resto de la narración de la vida del santo se confía a los textos no canónicos y apócrifos. “Tú serás un pilar de luz en mi reino”, le habría dicho Jesús a Andrés según un antiguo escrito copto.

Escritores cristianos de los primeros siglos refieren que el apóstol, habría evangelizado Asia menor y las regiones que atraviesa el Mar Negro, llegando hasta el Volga; en efecto hoy día es honrado como el patrono en Rumania, Ucrania y Rusia.

Mártir en la cruz  decussata

La predicación de la Buena Nueva continua incansablemente en Acacia y, cerca del año 60 en Patrasso, Andrés afronta el martirio: colgado en una cruz que él quiso en forma de  X, como para evocar la inicial griega del nombre de Cristo, antes de exhalar el último respiro, según la Leyenda Aurea, él habría pronunciado estas palabras: “Cruz, santificada del cuerpo de cristo. Cruz buena, deseada por tanto tiempo, desde siempre te he amado y deseo abrazarte. Acógeme y llévame a mi maestro”.