9 de Mayo.

San Isaías nació en una noble tribu de Israel alrededor del 770 a.C., enviado por Dios para revelar al pueblo infiel y pecador la fidelidad y la salvación del Señor en cumplimiento de la promesa hecha por Dios a David. Un tiempo la tradición decía que habría vivido durante más de un siglo y que sus profecías cubrían unos cincuenta años de la historia de Israel, pero la moderna crítica textual católica afirma que fueron los herederos de su espíritu quienes, por medio de diversas adiciones, dieron la forma final actual al primer texto original.

La llamada de Dios viene en una visión

Los caminos del Señor son infinitos, así como las formas en que nos llama a servirle: en el caso de san Isaías, Dios viene en una visión para confiarle su misión. El futuro profeta ve al Señor sentado en un gran trono en el Templo, rodeado de querubines, uno de los cuales toma un carbón encendido del altar y con él toca la boca de Isaías, “purificándolo” del pecado. Entonces Dios mismo toma la palabra y manda Isaías a predicar la verdad al pueblo elegido. (Is 6,1-13).

El carisma profético

Los oráculos proféticos atribuidos al primer Isaías comienzan alrededor del 740 a.C., bajo el reinado de Ozias: Isaias anuncia la caída de Israel en un período histórico que coincide con el avance del imperio asirio hacia el oeste. (Is 1-5) Los oráculos narrados en la primera parte del libro de Isaías reguardan los reinos de Joatán, Acaz, Ezequías y finalmente Manasés. Cuando Ezequias, por ejemplo, se alía con los egipcios contra el creciente poder de los asirios, Isaías se opone y profetiza la destrucción del reino, exhortando a los gobernantes a que no busquen alianzas entre ellos, sino que se vuelvan sólo a Dios. (Is 28-32) El libro profético de Isaías está formado por 66 capítulos divididos en tres partes. En la segunda parte del libro, llamada “de la consolaciòn”, no solo no se nombra nunca a Isaías, sino que los eventos narrados son de dos siglos después. Aunado a esto, la belleza y la claridad de los textos ha hecho pensar a los exégetas que más que predicciones de eventos futuros, se trata de reelaboraciones teologicas ulteriores sobre eventos del pasado. (Is 40-55). En diversas partes del libro también se habla de la venida del Mesías libertador (Is 32,1-5; 61, 1-3), preanunciando su nacimiento y sus obras, (Is 2, 1-5; 7, 10-17, 9, 1-6; 11,1-9; 28, 16-17) y hasta su pasión y muerte. (Is 42,1-4;49, 1-6;52, 13-15).

La muerte como mártir

Cuando el reino de Judá pasa a manos de Manasés, Isaías está preocupado: el nuevo rey es impío y cruel, porque ha caído en la idolatría. El Señor, entonces, envía al profeta para llamarlo a adorar al único Dios verdadero y arrepentirse de sus pecados. Estamos en el año 681 a.C. Manasés, sin embargo, no escucha a Isaías y, según los evangelios apócrifos, lo condena a una muerte atroz: por esta razón el santo profeta es también venerado en muchos lugares como un mártir.