21 de Agosto.
Habrán sido tantos los pensamientos del pequeño José Sarto, cuando recorría a pie, con frecuencia descalzo, el camino que separaba su casa en Riese, en el Véneto, de la escuela de Castelfranco, pero jamás habrá imaginado que un día habría atravesado la sede de Pedro. Fue el primer Papa de la historia contemporánea que provenía de la clase campesina y su formación fue exclusivamente pastoral: no tuvo ningún compromiso en la Curia ni en la actividad diplomática de la Santa Sede. Nacido en 1835, era el segundo de diez hijos. A la muerte de su padre, habría podido tomar su puesto de trabajo en el Municipio – tenía 17 años – pero su madre lo ayudó a seguir su vocación, trabajando ella, día y noche, para ir tirando. Un amor y una firmeza que no debe haber olvidado José Sarto. Amaba estudiar, gozaba de óptima salud, era afable y tenaz, y su vida rica de obras de caridad. Fue capellán, párroco, director espiritual del Seminario, después Obispo de Mantua, Patriarca de Venecia y, en fin, elegido Papa. Su primer acto fue el de abolir el “veto laical”, una especie de derecho alegado por algunas monarquías europeas, con la Constitución Commissum nobis.
“Restaurar” para reformar
Muy conocido el Catecismo que lleva su nombre, adoptado en Italia, con la estructura de “preguntas y respuestas”, fue pensado precisamente para las personas sencillas en una sociedad en la que la cultura no había permeado aún todos los estratos sociales. La preocupación de Pío X era precisamente la de difundir la catequesis entre los cristianos, de la mejor manera posible. Entre las características más conocidas de su Pontificado, se encuentra la oposición al modernismo y a las leyes anticristianas en Francia, el inicio de la reforma del Derecho canónico, la reforma de la Curia Romana y la anticipación de la edad de la primera comunión en torno a los siete años. También en Italia procedió a la distensión de las restricciones del Non expedit de Pío IX, es decir la prohibición, para los católicos italianos, de participar en la vida política. También favoreció la renovación de la Liturgia, el movimiento bíblico y dio al canto gregoriano la preeminencia. En el corazón puso la participación en la Eucaristía. Todo esto para mostrar algunas pinceladas dada la riqueza de intervenciones en su Pontificado. Entre las curiosidades la revocación de la disposición a las sanciones eclesiásticas previstas para quien hubiera practicado el baile del Tango: después de haber visto una exhibición dijo, en dialecto, que prefería “el baile de la furlana” pero que no veía que grandes pecados estuvieran en este nuevo baile.
En el centro, la preocupación pastoral
De manera que se trató de un Papado ciertamente muy “activo”, abigarrado, tanto que su gran amigo, y Secretario de Estado durante su Pontificado, el Cardenal Rafael Merry del Val subrayó, no causalmente, que su enorme trabajo se debió, principalmente, a su iniciativa personal y también puso de manifiesto su “bondad”, que “nadie habría podido poner en discusión”. En el corazón de su vida y de su Magisterio, la preocupación pastoral en una sociedad en la que se advertía, cada vez más, la crisis de la fe. Una tentativa que hizo a través del lema elegido para su Pontificado: Instaurare omnia in Christo, tomado de la Carta a los Efesios. Quiso vivir como pobre: “Nacido pobre, vivió como pobre y seguro de morir paupérrimo”, es una de las frases que dejó en su testamento.