12 de Mayo.

El martirio de estos dos soldados romanos ha pasado a la historia gracias a que el Papa San Dámaso escribió un epígrafe en su honor en el siglo IV. De ese modo, nos reveló su identidad y transmitió hasta nuestros días el reconocimiento del doloroso sacrificio de sus vidas.

La conversión, la gran obra de la gloria de Cristo

Nereo y Aquiles son pretorianos, es decir, guardias militares romanos que tienen la tarea especial de proteger de cerca al emperador. En este caso probablemente a Diocleciano, el tirano a cuyas manos murieron unos años después. Sí, porque en un cierto punto, cansados de cumplir las órdenes de muerte y de obedecer sólo por temor a las consecuencias, son iluminados por la gloria de Dios y finalmente abren los ojos. Es entonces cuando desertan y abandonan sus escudos, sus armaduras y sus lanzas manchadas de sangre.

El traslado de las reliquias, entre leyenda y realidad

No se sabe mucho sobre la muerte de estos dos mártires, excepto que ocurrió por decapitación alrededor del 304, precisamente bajo el imperio de Diocleciano. Fueron honrados como santos inmediatamente, en una basílica paleocristiana en las Termas o Baños de Caracalla. Sus restos fueron sepultados en el cementerio de Domitila sobre la Vía Ardeatina, y por tal motivo se difundió la leyenda de que su martirio estaba vinculado al martirio de Domitila, sobrina de Domiciano. Su memoria litúrgica coincide con el día del traslado de sus reliquias.